Muchas veces los diseñadores hablamos un idioma difícil de entender para cualquiera que no maneje la jerga, un idioma sectario. Hablamos de composición, de equilibrio, de armonía, términos en principio de uso popular pero apropiados y resignificados por el diseño.
El camino usual es un pedido por parte del comitente, las propuestas del diseñador y a partir de ahí la guerra, empieza la etapa de ajustes. Cambiame tal foto, no me gusta ese color, y la peor de todas, agrandame el logo. El diseñador explica y justifica, y el comitente responde: Te entiendo, pero lo quiero ver igual.
Y ahí pensamos internamente: ¡MENTIRA! ¡No entienden nada!.
Pero, ¿cómo sabemos que tenemos razón? O incluso, ¿Cómo lo demostramos? En este momento hay que dejar el enojo de lado, renunciar al propio ego y entender que tenemos que cambiar el idioma. Tenemos que empezar a hablar ese idioma universal, ese idioma que todos entienden, ese que todos independientemente de su disciplina hablan. El idioma del negocio.
¿Con qué elementos cuenta el diseño para hablar ese idioma? Contamos con las técnicas de UX, las métricas y analíticas, por nombrar algunas. Hoy podemos decir tranquila y abiertamente: - No, no voy a agrandar el logo, porque eso hace que caiga el formulario y no tenga una buena performance.
Casi sin darnos cuenta estamos hablando el idioma del negocio. Una mala performance implica que menos usuarios completan un formulario, menos dinero en el banco, listo lo entendimos todos pasemos a lo que sigue. Ese es el idioma que tenemos que empezar a entender y hablar, tenemos que empezar a utilizar las herramientas para poder demostrar con números nuestros diseños.
Lejos estamos de presentarnos como un ejemplo de buenas prácticas. Día tras día continuamos aprendiendo, simplemente queremos compartir un poco de nuestras experiencias en un sitio que superó con ellas las 3 millones de visitas por mes.
